Alvaro Luquín

Álvaro  Luquin (Guadalajara. Jalisco, 1984), estudió artes audiovisuales y filosofía. Ha publicado los libros Praderas silenciosas (La Zonámbula, 2011), Blanco  sucio  (Filodecaballos, 2013), Panóptico (primer lugar de la Bienal de Literatura Hugo Gutiérrez Vega, Bonobos. 2015).Grandes distan­cias (Filodecaballos, 2017), Musulmán (Manosanta, 2018), Hubo fiestas (Cino­sargo,2020) y la antologia La gente es el peor invento del hombre (El viaje, 2016).  Ha sido  becario del  PECDA Jalisco y del Fonca.
Praderas silenciosas (2011) está compuesto de poemas muy breves, sin título (a excepción de la terca parte), que tienen como tema la blancura de la enfermedad y sus alrededores. Aséptica, la voz narra un estado de ánimo contagioso. Tres partes marcan la evolución del libro: «Sombras», «Sólo la luz, el silencio» y «Comportamiento (actual) de especies extrañas».
Blanco sucio (2013) se abre en la cubierta con una ilustración de León Plascencia Ñol, la cual deja entrever las manchas mentales que vimos con Vicente Quirarte, Cristina Rivera Garza, Alejandro Tarrab o Esther M. García a raíz del duelo, el dolor, el suicidio o la violencia. Este, a priori, oxímoron se estructura en cuatro partes o márgenes del historial clínico: «Miscelánea del trastorno», «Retrato de familia», «Fueron aquellos fenómenos» y «Sobrecalentamiento» (aunque el índice recoge esta última parte como «Curiosa tormenta»). Las costumbres y las nuevas tradiciones no son inmaculadas para el texto que va en contra del blanqueo moral. Destaca la crítica, no exenta de ironía: «Pero a veces ocurren “milagros”, / sobre todo en los manicomios» (24). El trastorno abarca distintas geografías y alteraciones de expresiones populares. La poética de Luquín se sostiene cada vez más por la fluidez y el diálogo intertextual.
Panóptico (2015) mereció el primer lugar de la Bienal de Literatura Joven Hugo Gutierrez Vega 2014. En tres secciones («Se forma en la habitación», «El contexto largas uñas» y «Un ejemplo de la jurisdicción») ofrece una panorámica particular de su universo literario. Al fin y al cabo, el poeta puede ver todo lo monstruoso que habita en la estética del lenguaje. El rostro se refleja en nuestros ojos fríos.
Paraiso Pixel. toma como punto de partida el ámbito de los videojuegos, práctica cultural amplísima que, por su diversidad y alcance, vincula a más de cincuenta millones de personas en México. Al tiempo que recorre ese universo de evidencias, en este Libro se teje uno de los proyectos más íntimos de Luquín.
Álvaro Luquín, de la mano de los también tapatíos Ricardo Castillo, Luis Vicente de Aguinaga o José Eugenio Sánchez, se acerca, irreverente, a la riqueza de la poesía mexicana contemporánea.