Agotado

Antología Resonante

Autor: Reid, Alastair Reid, Alastair

ISBN: 9786078099979

Editorial: bonobos editores

Edición: 2016

Traductor:   Pura López Colomé


$230

Alastair Reid (1926-2014), poeta, traductor y ensayista, murió a la edad de ochenta y ocho años. Nacido en Galloway, Escocia, era conocido por su estilo desenfadado de poemas y de sus libros humorísticos. Era un experto en literatura latinoamericana y tradujo la poesía de Jorge Luis Borges y de Pablo Neruda al inglés.
Él era amigo de Robert Graves y su familia, y era un visitante frecuente de Ca n’Alluny. Trabajó con Graves en una correspondencia que iba a ser publicada como QUOZ pero nunca se hizo; no obstante, es citado en todas las biografías de Robert Graves.

Inquieto e itinerante, así era este literato escocés que vivió por todo los rincones del mundo y que trató temas muy variados para The New Yorker. Durante mucho tiempo la oficina del semanario neoyorquino fue el único lugar fijo donde encontrar a Alastair Reid, que falleció el pasado 21 de septiembre en Manhattan a los 88 años, a causa de una hemorragia gastrointestinal.

Nacido en Wigtown (Escocia), el escritor y traductor vivió en Inglaterra, EE.UU., Suiza, Argentina, República Dominicana, México, Chile y España. Precisamente vivió varios años en la península Ibérica, en diferentes periodos en los que narró la España bajo el régimen franquista, y posteriormente lo que quedó con la entrada de la democracia. El castellano fue su segunda lengua, y su hiperactividad de trotamundos la tradujo también a la literatura.

Se convirtió en uno de los más reputados traductores de los grandes clásicos de la literatura castellana, con quiénes entabló buenas amistades. Entre otros, Borges, Neruda, García Márquez y Vargas Llosa tuvieron trato habitual con él. Escribió también poesía y narrativa con carácter de reportero, una muestra más de un estilo todoterreno que le valió una polémica sonada en 1984. Reconoció, según informó entonces The Wall Street Journal en portada, que en piezas de no ficción había reordenado eventos, inventado personajes y troceado conversaciones.

Concretamente, el objeto de la polémica fue un artículo tituladoNotes From a Spanish Village (Notas desde un pueblo español). «Para informar con algo de precisión, a veces tenemos que ir más lejos de lo estrictamente factual. Los hechos son parte de un todo percibido», explicó Reid. Su revelación, que incluía bares fantasma en Barcelona donde ocurrían conversaciones sobre el generalísimo entre recortes de conversaciones capturadas, fue calificada por varios compañeros como una falta grave y un pecado periodístico.

«Vivía en España, hablaba el idioma y estaba transmitiendo el ambiente del país», se defendía. La polémica menguó con el paso del tiempo, y prevalecieron sus excelentes y profundas contribuciones a la expansión de la literatura latina y la difusión de temas que muchos otros obviaron durante toda una época.

La fascinación por otras vidas y por conocer rincones comenzó de joven, según él mismo relató en Digging Up Scotland(Descubriendo Escocia). Sirvió en la Marina Real durante la Segunda Guerra Mundial y en 1949 abandonó su tierra y vio nacer a su hijo Jasper en Madrid. Luego llegó Nueva York, donde se ganó un puesto en la redacción de la revista The New Yorkercon su poesía. Entre otras curiosidades, destaca la amistad que entabló con Robert Graves en unas vacaciones en Mallorca y que no perduró mucho. Reid se enamoró de Margot Callas, la musa de Graves con quien llegaría a casarse.

En Neruda and Borges (1996), reflexionó sobre la poesía de ambos y compartió algunas anécdotas: una fiesta sorpresa que organizó a Neruda en su casa flotante en el barrio londinense de Chelsea, una visita relámpago de Borges a Saint Andrews (Escocia) cuando este iba a recoger el premio Nobel, su trato con Vargas Llosa en Barcelona…

«Si dabas un apretón de manos a Alastair, nos imaginábamos, tocabas la mano que había guiado a Borges, que había dado una palmadita en la espalda a Gabo, compartido swings con Neruda… Nadie más en The New Yorker tenía entonces esa clase de conexiones», escribía Charles McGrath, un antiguo colega en la redacción.

Sin existencias

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Las últimas palabras de Alastair Reid (1926-2014) fueron en español, mientras conversaba con un enfermero latinoamericano. Esto no lo dice todo, pero sí mucho acerca de sus preferencias, sus emociones significativas.  Desde que fungió como secretario personal de Robert Graves durante más de 10 años en Deyá, se dejó hechizar por nuestra lengua. Y en cuanto comenzó a cultivar amistades como Borges, Neruda, García Márquez, Mutis, Vargas Llosa y tantos más incluso abandonó el «ceceo», y se identificó para siempre con nuestra sensibilidad, nuestra manera de concebir el mundo, de inventar la realidad día con día.  De origen escocés, este magnífico poeta, crítico y traductor insuperable, vivió de este y el otro lado del Atlántico, definiendo su anclaje, en profundo acuerdo con su amigo cubano Guillermo Cabrera Infante, en una peculiar isla:  «Hay una isla del presente:  la escritura.  Ésa es mi isla eterna, el único reino al que debo fidelidad, el único país que habito, la casa en que vivo, la casa de las palabras, el país de la escritura, el reino del lenguaje».  He aquí, en la presente antología, una muestra de su verdad.

PURA LÓPEZ COLOMÉ

9786078099979

Sobre el traductor

Pura López Colomé
nació en la Ciudad de México el 6 de noviembre de 1952. Ensayista, poeta y traductora. Estudió el Doctorado en Lengua y Literatura Hispánicas e Hispanoamericanas en la FFyL de la UNAM. Traductora de Samuel Beckett, Bertolt Brecht, Ernest Mandel, William Carlos Williams y Philip Larkin. Ha colaborado para Casa del Tiempo, El Nacional, La Cultura en México, Revista de Bellas Artes, Revista Mexicana de Literatura, Revista Universidad de México, Sábado, Letras Libres y Nexos. Becaria del CME, 1982. Premio Nacional Alfonso Reyes de ensayo 1977 por Diálogo socrático en Alfonso Reyes. Premio Nacional de Traducción de Poesía 1992 por Isla de las estaciones, de Seamus Heaney. Premio Xavier Villaurrutia 2007 (con Elsa Cross) por Santo y seña. Premio Bellas Artes de Trayectoria Literaria Inés Arredondo 2019. Parte de su obra se encuentra en antologías como Asamblea de poetas jóvenes de México (Siglo XXI, 1980), Poetas de una generación : 1950–1959 (Premià/UNAM, 1988), Mujeres poetas de México : antología poética (1940-1965) (Atemporia, 2008), y Poesía soy yo : poetas en español del siglo XX (1886-1960) (Madrid, España, Visor, 2016), entre otras.

Alastair Reid (1926-2014), poeta, traductor y ensayista, murió a la edad de ochenta y ocho años. Nacido en Galloway, Escocia, era conocido por su estilo desenfadado de poemas y de sus libros humorísticos. Era un experto en literatura latinoamericana y tradujo la poesía de Jorge Luis Borges y de Pablo Neruda al inglés. Él era amigo de Robert Graves y su familia, y era un visitante frecuente de Ca n’Alluny. Trabajó con Graves en una correspondencia que iba a ser publicada como QUOZ pero nunca se hizo; no obstante, es citado en todas las biografías de Robert Graves.

Inquieto e itinerante, así era este literato escocés que vivió por todo los rincones del mundo y que trató temas muy variados para The New Yorker. Durante mucho tiempo la oficina del semanario neoyorquino fue el único lugar fijo donde encontrar a Alastair Reid, que falleció el pasado 21 de septiembre en Manhattan a los 88 años, a causa de una hemorragia gastrointestinal.

Nacido en Wigtown (Escocia), el escritor y traductor vivió en Inglaterra, EE.UU., Suiza, Argentina, República Dominicana, México, Chile y España. Precisamente vivió varios años en la península Ibérica, en diferentes periodos en los que narró la España bajo el régimen franquista, y posteriormente lo que quedó con la entrada de la democracia. El castellano fue su segunda lengua, y su hiperactividad de trotamundos la tradujo también a la literatura.

Se convirtió en uno de los más reputados traductores de los grandes clásicos de la literatura castellana, con quiénes entabló buenas amistades. Entre otros, Borges, Neruda, García Márquez y Vargas Llosa tuvieron trato habitual con él. Escribió también poesía y narrativa con carácter de reportero, una muestra más de un estilo todoterreno que le valió una polémica sonada en 1984. Reconoció, según informó entonces The Wall Street Journal en portada, que en piezas de no ficción había reordenado eventos, inventado personajes y troceado conversaciones.

Concretamente, el objeto de la polémica fue un artículo tituladoNotes From a Spanish Village (Notas desde un pueblo español). "Para informar con algo de precisión, a veces tenemos que ir más lejos de lo estrictamente factual. Los hechos son parte de un todo percibido", explicó Reid. Su revelación, que incluía bares fantasma en Barcelona donde ocurrían conversaciones sobre el generalísimo entre recortes de conversaciones capturadas, fue calificada por varios compañeros como una falta grave y un pecado periodístico.

"Vivía en España, hablaba el idioma y estaba transmitiendo el ambiente del país", se defendía. La polémica menguó con el paso del tiempo, y prevalecieron sus excelentes y profundas contribuciones a la expansión de la literatura latina y la difusión de temas que muchos otros obviaron durante toda una época.

La fascinación por otras vidas y por conocer rincones comenzó de joven, según él mismo relató en Digging Up Scotland(Descubriendo Escocia). Sirvió en la Marina Real durante la Segunda Guerra Mundial y en 1949 abandonó su tierra y vio nacer a su hijo Jasper en Madrid. Luego llegó Nueva York, donde se ganó un puesto en la redacción de la revista The New Yorkercon su poesía. Entre otras curiosidades, destaca la amistad que entabló con Robert Graves en unas vacaciones en Mallorca y que no perduró mucho. Reid se enamoró de Margot Callas, la musa de Graves con quien llegaría a casarse.

En Neruda and Borges (1996), reflexionó sobre la poesía de ambos y compartió algunas anécdotas: una fiesta sorpresa que organizó a Neruda en su casa flotante en el barrio londinense de Chelsea, una visita relámpago de Borges a Saint Andrews (Escocia) cuando este iba a recoger el premio Nobel, su trato con Vargas Llosa en Barcelona...

"Si dabas un apretón de manos a Alastair, nos imaginábamos, tocabas la mano que había guiado a Borges, que había dado una palmadita en la espalda a Gabo, compartido swings con Neruda... Nadie más en The New Yorker tenía entonces esa clase de conexiones", escribía Charles McGrath, un antiguo colega en la redacción.

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